“ELLAS”
Estaba
entre dormida y despierta; y a su amante
se le encendieron las ganas, cuando la veía así, es cuando más la deseaba,
podía explayar sus ideas, sus manos y su cuerpo como quería, no con la rapidez
que a veces ella le pedía. Empezó a acariciar su cuerpo; ella le decía, -amor,
ya mañana temprano mi vida, me estoy quedando dormida-. A su amante ese rechazo pasajero la encendía más, le dijo,
-duerme mi amor, solo acariciaré tu cuerpo, tu textura me encanta, déjame
gozarla un rato, duerme tranquila-. La
pareja, que ya de dormida no tenía nada,
empezó a reaccionar, su cuerpo empezó a moverse a ese ritmo que a ella le
fascinaba, sus caderas ya danzaban al ritmo de sus manos, sus pezones duros e
hinchados la invitaban a succionarlos lentamente, con devoción y deseo. Ya excitada con las caricias de su pareja; también
recorría su cuerpo desnudo, empezó a acariciarla por entero, esa piel
morena era suya y el deseo dejó atrás el cansancio, sus cuerpos ya entrelazados
y el amor ya no respiraba por dos bocas, solo lo hacía por una cuando el amor llegaba de esa manera. Estando
tan plenamente ya dispuesta, le dijo al oído, -tócame más, tócame amor, más,
quiero más…- Su amante la montó y sus manos se introdujeron en ella,
recorriendo sus entrañas mojadas y calientes, la desesperación estaba al
máximo, le pedía con desesperación, ¡más, más, más, dame más rápido, más duro!
Apretándola contra sí y besando sus senos pequeños deliciosos, mordisqueando
sus pezones duros y firmes, tocándole ese trasero duro, redondo maravilloso que
ella amaba con locura; su mujer ya con el orgasmo casi a puertas, le decía, -eres
mía, soy tuya, y soy más tuya que mía; el orgasmo de su amada lo veía cerca; le decía, -amor te lo ruego no pares- Al oírla ya no pudo seguir jugando a las
escondidas de atraparla o no, la penetró con rapidez, su mujer comenzó a estallar en gemidos y su
cuerpo convulsionaba, temblaba de deseo y desesperación, su primer orgasmo, explotaba con los dedos
hábiles de su amada, -ella-, la mujer de su vida, cuando la veía llegar al
punto máximo donde uno muere y renace, ese punto exacto donde el cuerpo se diluye; también alcanzaba el orgasmo; pero el juego no terminaba allí; ahora su
mujer iba por más, tomaría su cuerpo como ella tomó el suyo y la haría suya
como solo ella sabía hacerlo; lento,
despacio, recorriendo cada parte de su vida,
su boca llegaba ahora donde más la deseaba, dentro de su gruta sagrada; su lengua recorría su clítoris mientras sus
dedos la penetraban despacio, rápido, despacio; ya la desesperación también la alcanzaba,
sintiendo cada embiste dentro de ella y su lengua hábil recorriendo su pequeño
pero inmenso lugar hinchado a punto de explotar, acariciaba sus pezones con una
mano y la locura llegó a su estado ideal, el segundo orgasmo de ambas y la faena recién comenzaba, no se permitirían descansar; el amor
ya no podía dormir, había despertado y
la magia del placer comenzó de nuevo…el amor no duerme, ni muere solo descansa
unos minutos y continuó alerta esa madrugada.